Mujeres científicas. Las mujeres han hecho grandes aportes a la ciencia. Desde Hipatia de Alejandría, pasando por Maria Curie, hasta llegar a Gertrude Ellion, Premio Nobel de medicina
1988.
En Colombia, a pesar de que la mujer estuvo relegada social y culturalmente a un segundo plano hasta hace apenas pocos años, muchas han sido las mujeres que se han esforzado por superar esas barreras sociales y demostrar sus capacidades intelectuales. Policarpa Salavarrieta, Maria Cano, Maria Mercedes Carranza, MariPaz Jaramillo, entre muchas otras.
En particular queremos destacar hoy el día de la mujer a Lina María Paz, ingeniera electrónica, egresada de la Universidad del Valle, especialista en robótica y quien ahora se destaca como docente en inteligencia artificial en Oxford, Inglaterra.
Cuando queremos saber cuál es el impacto de un investigador en su área, debemos acudir a herramientas que nos ayuden a medir cuántas veces sus trabajos e investigaciones han sido citadas o referenciadas por otros investigadores. Esta herramienta, llamada Scopus y suscrita por la Biblioteca nos permite conocer esos datos tan importantes para la el mundo científico.
El índice H nos mide el impacto de un investigador |
La Dra. Paz aparece en Scopus con un índice H de 7 puntos
(calificación según número de citaciones e impacto). Tiene 19 documentos
publicados, ha sido citada 298 veces en 287 documentos y ha sido coautora de 27
artículos de revista.
Si quieres conocer más investigadoras
colombianas, búscalas en Scopus, el portal que ayuda a medir el impacto de la ciencia en el mundo
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Reproducimos este artículo publicado en El País
La ingeniera caleña experta en robótica e inteligencia artificial
Cuando Lina María Paz estudiaba en el Liceo Departamental Femenino, de Cali, su mamá, la docente Luz Mary Pérez, fue su profesora y le hacía mucho énfasis en el área de matemáticas. Y su padre, Luis Eduardo Paz, también profesor (fallecido), fue otro impulsor de su educación.
En ese entorno de estudio permanente, el camino de Lina María no podía ser otro distinto al conocimiento. En el colegio, todos podían acceder a unos cursos diversificados en administración de empresas, mecánica, de construcciones civiles, pero a diferencia de la mayoría de sus compañeras, Lina María eligió la de electricidad y electrónica.
Formación que la llevó a presentarse a la Universidad del Valle, donde obtuvo un cupo para estudiar una de esas carreras de mucha vocación matemática y poca presencia femenina: ingeniería electrónica. De un grupo de 40 alumnos, ella era una de cinco o seis mujeres, número considerado alto para los estándares femeninos en esa área.
El profesor Bladimir Bacca, quien fue uno de sus maestros allí a principios del 2000, la recuerda como una alumna fabulosa, responsable y trabajadora en los cursos de dispositivos electrónicos, redes neuronales, microprocesadores y ensambladores, entre los que él le dictó. “Siempre estuve muy interesada en las optativas relacionadas con inteligencia artificial”, algo que ella define como “un software que le va a permitir a un robot empezar a razonar, por así decirlo”, confirma ahora Lina vía telefónica desde Oxford, donde la contactó El País.
En Univalle tuvo profesores que habían ido a estudiar a Europa y Estados Unidos sus doctorados, traían ideas frescas y abrieron cursos nuevos en temas que la atrajeron.
Bacca incluso fue jurado evaluador de su tesis de grado, una segunda versión de herramientas de software para entrenar redes neuronales artificiales. La primera versión la había desarrollado Jesús López, pero Lina logró de ampliar las redes como cuando el cerebro de un bebé que aumenta su sistema neurológico con muchos estímulos.
A los buenos alumnos siempre uno los recuerda, dice Bacca. Incluso, después ella le confesó que se sorprendió con las sugerencias que le hizo a su trabajo de grado. “Usualmente las evaluaciones son muy críticas en el sentido negativo del término, pero las que le hice eran más constructivas, sobre cómo mejorar su trabajo”, cuenta ahora el docente de la Universidad del Valle.
Lina está forjada para el trabajo duro. Cuando estaba recién graduada, trabajó en la planta de Coca-Cola como jefe de mantenimiento. “Tenía unos horarios pesadísimos, me contaba que a veces entraba a las 4:00 de la mañana y otras salía a la medianoche, según el turno, le tocaba duro”, revela él.
Fue cuando la ingeniera caleña aplicó para ir a la Universidad de Zaragoza, España, y fue aceptada en el doctorado en Ingeniería Informática. Su tesis de grado estuvo muy anclada a inteligencia artificial y robótica: crear los algoritmos que permiten a un robot localizarse en tiempo real en un sitio o espacio, como lo hacemos los seres humanos, explica.
“Para el ser humano es fácil porque tenemos los sentidos y eso nos ubica en una casa, en una calle, en cualquier parte, pero un robot no lo sabe; no obstante, lo puede hacer a través de sensores de inteligencia artificial para poder moverse y navegar en tiempo real”, añade.
Eso significa el desarrollo de algoritmos y la construcción de mapas para que el robot pueda entender el entorno y así pueda llevar a cabo una tarea muy rápido.
Esa tesis fue galardonada porque demostró, según dice ella, que se podían reutilizar algoritmos que ya se conocían desde los años 70, pero en forma más eficiente para que los robots tuvieran un tiempo de respuesta más rápido. Fue evaluada por diez especialistas entre más de 17 tesis a nivel doctoral en robótica en España. Al final escogieron tres, cada uno hizo su presentación y Lina obtuvo el premio a la mejor tesis, patrocinado por ADB, una de las empresas más importantes en robótica en Europa.
“Creo que fue galardonada porque esta norma fue aceptada a nivel internacional. Esto le mereció muchas publicaciones en revistas internacionales. (Ver anexo).
Lina se quedó cuatro años más como profesora asistente en la Universidad de Zaragoza. Y cuando investigadores de la Universidad de Oxford, Reino Unido, llamaron a España buscando becarios posdoctorales para vincularlos a su grupo de robótica, sus directores de tesis recomendaron a Lina y a su esposo, el español Pedro Piniés, también investigador en ese campo.
“Un profesor de Oxford nos hizo la entrevista en Berlín, con preguntas bastantes capciosas para saber si uno maneja bien el tema de robótica móvil, incluso el de su propia tesis. Tuvimos suerte porque nos contrataron a ambos, por dos años como profesores asistentes”, recuerda ella.
El profesor estaba muy contento con los resultados y cuando supo que Lina y Pedro planeaban volver a España. Les dijo: “Ustedes qué van a hacer, no se van a ir, qué quieren”.
Le manifestaron que no querían ser más becarios sino profesores, lo que él vio posible. “Por fortuna había posiciones para aplicar, hicimos la entrevista y desde mayo pasado tengo mi contrato indefinido como profesora investigadora senior”, cuenta, todo un logro a sus 35 años.
Esta caleña de la robótica cuenta que el tema del momento son los carros autónomos y los drones, esas plataformas que vuelan. El problema es que controlarlos es muy difícil y se están logrando grandes avances en el control de navegación de los drones.
No se atreve a vaticinar hasta dónde llegará la robótica, pero sí sabe que en un momento vamos a pasar de la ciencia ficción a la realidad, en la medida en que la industria está muy interesada en armar nuevos productos con inteligencia artificial.
En el departamento de robótica de la Universidad de Oxford trabajan en más de ocho proyectos de investigación y aplicación: robots de inspección de plantas nucleares; uno de carros autónomos, otro de robots capaces de navegar en una bodega y de detectar los objetos que le interesan al dueño, enumera ella.
Como profesora de distintas asignaturas, debe supervisar estudiantes de doctorado. Ahora tiene a cargo cuatro de Estados Unidos, Azerbayán, Australia y Sudáfrica, además de asistir a reuniones con industriales interesados en tecnología y acudir a conferencias de robótica.
Ante los cuestionamientos de que esta ciencia deshumaniza las relaciones humanas y amenaza el entorno laboral, dice que no y que la gente debe tener claro que la robótica no va a cambiar todo. “Va a haber una evolución, van a aparecer nuevas profesiones, otras seguro desaparecerán, pero muchos trabajos se van a mantener y la robótica va a estar allí para ayudar a la gente y a la sociedad en lo que se hace para un bien común”, comenta.
“Lo interesante es que mucha gente se va a tener que actualizar y adaptar a esta nueva realidad de vivir con la robótica y el uso de la inteligencia artificial”, añade.
También advierte tener mucho cuidado con las estigmatizaciones que se hacen desde otros campos que no conocen muy bien cómo se está moviendo la robótica. “Al principio llega a la paranoia de que los robots nos van a quitar el trabajo a todos. Desde que los robots sean programados por humanos, los humanos van a tener el control de ellos”, reflexiona.
Sobre el desarrollo de esta ciencia en Colombia admite que no tiene referente, pero sí nota la ausencia del talento y las investigaciones nacionales, en el concierto internacional, que de seguro hay y muy buenos, pero no lo ve en las publicaciones –es editora de estas conferencias– y no hay presencia de los colombianos en esas revistas y no hay divulgación de lo que se está haciendo.
“Debe haber talento e investigación muy buenos en Colombia, pero le falta un poco de proyección internacional. Y saber cómo se está haciendo la transferencia de esa investigación al desarrollo nacional. No me atrevería a afirmarlo, pero si se compara con los niveles de Estados Unidos, Alemania, Reino Unido o Francia, creo que Colombia no está bien posicionada todavía”, admite.
Es que Lina viene poco a Cali por falta de tiempo, “pero sigo siendo caleñísima”, dice esta científica que para conectarse con su tierra, si está en casa, escucha salsa.
La última vez que vino a Cali en diciembre de 2014, con su esposo Pedro, se reunieron con el profesor Bacca y la esposa de él. “Salimos y nos reunimos los cuatro para compartir y hablar de nuestras familias y amigos, pero como todos somos ingenieros, al final siempre se nos cuela el tema de la electrónica por algún lado”, cuenta.
Bacca recuerda que de esa cohorte de unos 40 estudiantes, se destacaban las cinco o seis únicas mujeres del grupo: Lina María, María Alejandra Zuluaga, Claudia Parra, Ximena Ríos... “Todas eran excelentes estudiantes”, dice el profesor.
“Pero Lina María tiene el talante que se necesita en ingeniería electrónica para caerse y levantarse, porque las cosas no funcionan la primera vez; hay que tener mucha perseverancia y ella posee una capacidad natural para no dejarse amilanar por esas pequeñas derrotas diarias y continuar en la investigación”, comenta Bacca.
Así fue como se proyectó y superó a todos sus maestros, afirma el profesor, porque ella ya es un referente internacional en electrónica y en robótica. “Lina María ya se ha trazado un futuro brillante y bastante prometedor”, avizora el docente.
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