La nueva receta para
reducir el colesterol y limpiar las arterias, tan sencillo como limpiar una cañería.
Muy a menudo recibimos estas cadenas de correos y mensajes a través de familiares o vemos los post en el muro de una amigo, el tuit de un actor de tv, y sin siquiera espabilar le damos compartir… entonces la cadena continúa y continúa…
¿De verdad creemos
que estamos contribuyendo a difundir conocimiento y haciéndole un favor a un
amigo o familiar al difundir estas cadenas pseudocientíficas? ¿Aplicaríamos nosotros estos “remedios” sin una opinión médica?
Clarifiquemos algo primero:
El mundo de la
ciencia y la investigación es muy complejo. ¿Cómo saber que un personaje X dice
algo y que ese algo es verdadero o al menos tiene una base científica? ¿Cómo
diferenciar entre un charlatán y un verdadero científico que realiza investigaciones
serias y hace grandes aportes a las ciencias? Ningún científico se atrevería a lanzar
una hipótesis, sin antes haber desarrollado pruebas, toma de datos, ensayos,
confrontado sus teorías con otros, etc.
Todo esto es importante tenerlo en cuenta ahora, cuando a través de Internet se puede difundir de manera fácil y rápida cualquier información. Y si agregamos el incontrolable mundo de las redes sociales, la desinformación se eleva a la n potencia.
Los resultados de
estas investigaciones se publican en revistas especializadas. En ellas los
científicos establecen una conversación entre pares, en la cual sólo participan
quienes tienen algo que decir o aportar y que tenga impacto en el desarrollo de
dicha ciencia. O sea, publicar un artículo en una revista científica de peso no
es para cualquiera. Estas revistas a su vez son indexadas por empresas que nos
dicen cuál es la más importante o de mayor impacto. Esto se mide por el número
de veces que un artículo de dicha revista es citado por otros científicos.
Todo esto es importante tenerlo en cuenta ahora, cuando a través de Internet se puede difundir de manera fácil y rápida cualquier información. Y si agregamos el incontrolable mundo de las redes sociales, la desinformación se eleva a la n potencia.
Por eso, cuando
recibimos información a través de las redes los únicos filtros que pareciera se
están aplicando son los que dicta la emoción, las creencias o peor aún la
superstición. Si nos despojamos de esos prejuicio y hacemos un análisis crítico
y responsable de todo lo que leemos y compartimos, verdaderamente estaremos
contribuyendo a nuestro crecimiento personal y a la difusión de conocimiento,
sobre todo en temas tan serios como nuestra salud, economía y por supuesto la
política.
El año pasado el
diccionario Oxford escogió como palabra del año Posverdad, para definir este
momento en que la verdad, paradójicamente en un mundo altamente conectado,
parece herida de muerte.
Posverdad: “Adjetivo
que denota circunstancias en que los hechos objetivos tienen menos influencia
en la formación de la opinión pública, que los que apelan a la emoción y a la
creencia personal”
A las Bibliotecas
nos corresponde una gran responsabilidad. Debemos trabajar de manera constante
y profunda en el desarrollo de
habilidades de información (DHI) en nuestros usuarios para que además de
saber recuperar la información de calidad, sean críticos y analíticos frente a
lo que leen y evitar así que artículos de este tipo, noticias mentirosas o
tendenciosas se difundan indiscriminadamente.
La IFLA se lo ha tomado muy
seriamente. En su página web ha posteado un documento sobre cómo detectar falsas noticias. Allí dice:
El pensamiento
crítico es una habilidad clave en la alfabetización informacional, y la misión
de las bibliotecas es educar y abogar por su importancia.
Por eso, la próxima vez que te llegue una información sobre la cual tengas alguna duda, o con algún contenido polémico o tendencioso, acércate a la biblioteca y consulta un libro sobre ese tema, sus recursos electrónico o bases de datos. O por lo menos dale un repaso en Google antes de compartirla, seguro te sorprenderás.
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