POEMASSe publican, señalados con
asterisco, todos los que aparecen en el libro
LOS ESPEJOS DEL OLVIDO Antología Poética (1.983-2.002)”
Omar Ortiz. Selección y prólogo de
Juan Manuel Roca. Deriva
ediciones. Primera edición,
Abril 2.002. Págs 47 a 61. De
manera gradual, se irán publicando todos los poemas de
"El libro de
las cosas".
El
libro*
Así como la Anaconda hipnotiza a sus
víctimas.
(No es raro ver una mariposa estampada en el aire,
o un colibrí
paralizado ante el hechizo).
El sol se detiene en el reloj de arena
y los
sueños son el río que no va al mar.
.
La lluvia
A los primeros goterones
los gatos se
escabullen al solar de las Martínez.
Una tragedia para la muchacha crespa
que tiene alma de gaviota.
Odia ver llover
y no sentir el olor de los
cangrejos.
Desde su lecho escucha el quedo ronroneo.
Los sabe agazapados bajo el almendro.
Presiente el silencio
que la asediará en la
oscuridad,
el insidioso almizcle de la cacería.
Cierra los ojos,
y sueña el arco iris
que anuncia la
tregua de las aguas.
Pero el golpeteo del techo lo desmiente.
No hay Noé para su diluvio,
ninguna tierra emerge de su
miedo.
De nuevo los gatos transitan por el patio.
Ella, ávida de sal y espuma,
anclada en casa de barro y
guadua,
el terror aleteándole en el pecho.
El
mantel
Ese pequeño sudario de las viandas
que ya no son. Sólo migajas.
Fue tu primer trabajo en
clase de costura.
"Para cuando te cases y tus hijos alaben
el blanco de la mesa", decía tu madre,
inocente de tu odio feroz a las agujas.
El mantel, nunca tendió las alas.
Del resto se encargaron
las polillas
y los terrores que siempre están a mano
en la cartera.
El aguamanil
Cada vez que tomaba
dinero se lavaba las manos.
Decía que cada compra-venta
era el símbolo de una traición.
Se negaba a pagar en los
autobuses
y en sus largas caminatas meditaba poemas contra la usura.
No
conocía a Pound, pero sí los sanatorios.
Porque su verdadera obsesión era
coleccionar aguamaniles.
El
zaguán
La lluvia cae entre la calle y el patio,
y estoy sola, esperando.
¿ Qué luz filtra la higuera de
los trece años
en esta sombra hecha para la guarda y no para la
entrega?
Olvidado el viejo columpio a la penumbra
del mango,
tú, ¿provocarás la risa del viento en mi vientre?
Descúbreme el secreto agua que mojas la calle
y el
patio
ahora que estoy sola, esperando.
El barrio
Mi ciudad es
atravesada por un río.
Por su cauce vemos pasar: basuras, cadáveres,
y de
vez en cuando, agua.
Hay también un parque, samanes, ceibas,
chiminangos,
viejas casas de barro y una mulata que fríe
empanadas
cantando y contando cómo fue cabalgada por mi general
Bolívar
Palobonito. Allí, descansan los muertos,
y sueñan las muchachas
que saben bailar el currulao.
No es el "mejor sitio del mundo,
pero su
luz, a las cuatro de la tarde,
alucina pintores, fotógrafos,
retratistas,
y demás hacedores de postales.
LA CASA
Allí, en el anaquel, entre el
libro de cocina
y "Los cien mejores poemas de amor", guardas la foto
del
que no retornó.
El mago que se hizo a la mar en una colcha de
retazos,
aferrado a su oración contra todo conjuro.
Sobre el polvo de los
muebles está la huella de su mano.
El indicio de su partida y el vacío
que
no pudieron llenar tus fiestas de libélulas
y alcaravanes.
En el silencio
de la casa,
tus pasos de suprema dictadora de la ternura
anuncian la
llegada de un nuevo verano.
Fuego fatuo. Brillo de luz entre dos
oscuridades,
me digo, y la madera acepta en su canto
la absoluta
levedad
de tu mirada, que en el último instante
sabe que los niños que
juegan en el patio
son el árbol y el viento que lo cubre, las flores
de la
abuela y los nietos que despides con el beso
anterior al naufragio. Es áspero
el salitre y los adioses
que nunca fueron del agrado del pañuelo.