La portada es el saludo de los libros, su "hola, ¿qué tal?, ¿quieres llevarme a casa?". Muchos intentan destacar llamando la atención, gritando más que el resto, mientras que otros prefieren la sobriedad, que se les juzgue por su interior. Y hay un tercer grupo cuya estrategia consiste en imitar a otros.
El objetivo es aprovechar un éxito anterior. O intentarlo. Se sigue un mismo estilo para dejar claro a los fans que van a encontrar más de lo mismo ya desde la portada. Ni lo hojees: ya sabes de qué va, mira el dibujo. "Cuando algo funciona, se busca imitarlo -nos explica un exeditor de un importante grupo editorial que prefiere que no se publique su nombre-. No sólo en las imágenes, que es lo primero que llama la atención, sino también en tipografías, colores y la posición de los elementos en la cubierta".
Así, cuando salió
50 sombras de Grey, "todo eran portadas con complementos masculinos", como nos recuerda Jónatan Rubio, de la librería
El Tranvía.
¿A qué famosa trilogía me recuerdan las novelas de Sylvia Day?
En estos casos, "no hay nada que hacer" -sigue Rubio-. Si ha habido un éxito con la imagen lo suficientemente marcada, por ahí van a tirar todos". Es un recurso que a las editoriales les funciona "por asociación, para cuando alguien busca algo parecido a lo que ya ha leído. Los lectores no se van a confundir, pero sí que van a saber a qué se parece".
Es una manera nada sutil de insinuar que si estos libros te gustaron, estos otros, también. Por ejemplo, si estás disfrutando Divergente, es más que probable que lo hayas pasdo muy bien con Los juegos del hambre. O eso quieren decirnos sus portadas.
De los portadistas que te trajeron Los juegos del hambre.
El caso más sonado que recuerda Rubio es cuando Debolsillo lanzó sus portadas de Cumbres borrascosas y Orgullo y prejucio con un diseño similar a las de Crepúsculo, incluyendo el sello: "Los libros preferidos de Bella y Edward". Rozan casi la desesperación: ¡Te van a gustar! ¡Te lo juro! ¡La portada es negra! ¡No hay vampiros, pero hay pasiones tormentosas ocultas tras una elegante prosa victoriana!
Esto pasó y no hicimos nada para evitarlo.
Aunque hay que decir que Harper Teen hizo exactamente lo mismo.
Don't judge a book by its cover. Sobre todo si viene recomendado por Bella y Edward.
El caso de Crepúsculo es muy destacable: durante una época casi todos los libros sobre vampiros (y hubo muchos) se publicaron con una portada que jugaba con el negro, el rojo y el blanco. Por ejemplo, aquí podemos ver el primer volumen de las Crónicas Vampíricas de L. J. Smith con una portada siguiendo este estilo. Y al lado, tenemos otra edición del mismo libro con una cubierta que recuerda a los libros que inspiraron la serie True Blood.Pero es que la edición española de los libros de Charlaine Harris juegan a su vez con los colores de Crepúsculo.
Elige el vampiro que más te guste.
Se lo hicieron incluso a Anne Rice, con libros sobre el tema que llevaban décadas impresos.
Es más, gracias esta completa galería de
Reading the past, encontramos un par de versiones de época de la portada del libro de Stephenie Meyer.
Estos son algunos intentos de aprovechar la estela exitosa de un libro y apelar a un mismo público objetivo. No se trata sólo de bestsellers: como nos recuerda el exeditor, resulta casi imposible encontrar una colección de novela negra que no sea negra.
Aunque las hay, claro. En todo caso, lo único que importa es que el posible comprador tenga la máxima información con el mínimo esfuerzo.
Sin embargo, en ocasiones no hay ninguna intención de insinuar temas similares o tópicos recurrentes, sino que, simplemente, se utilizan imágenes idénticas para las portadas. Sin más.
Hay que comenzar mencionando un clásico que tanto Rubio como el exeditor recuerdan: el cuadro
Habitación de hotel, de Edward Hopper,
que ya destacaba Javier Coria en su blog. Él ponía 22 ejemplos, nosotros nos conformamos con cuatro:
Esta situación puede suponer un problema cuando llegan a la tienda novedades con la misma portada, ya que puede llevar a que alguien se confunda: "A mucha gente le ayuda la parte visual -recuerda Rubio-, y no es sólo el clásico
"no recuerdo el título, pero la portada es azul, o roja", sino que es el mismo cuadro".
Por ejemplo, resultar muy difícil contestar a un: "No recuerdo el título, pero en la portada salía El caminante sobre el mar de nubes, de Caspar Friedrich David".
También habría que mencionar
el caso que descubrió Caustic Cover Critic:24 portadas que utilizaban cinco retratos del pintor danés Vilhelm Hammershøi. La galería incluía dos ejemplos en español y uno en catalán que usaban
Interior con joven vista de espaldas.
Curiosamente, Anagrama tiene el mismo libro en otra colección, y en esta otra portada hay un cuadro de Hammershøi diferente.
Aunque la portada sea la misma, hay ocasiones en las que el contenido no tiene nada que ver y eso puede ayudar a que el lector desorientado y el librero confuso den finalmente con el libro. Pero cuando el tema es el mismo, resulta mucho más complicado.
Un caso que también recuerda Rubio es cuando coincidieron en la librería la reedición de las crónicas periodísticas sobre la Primera Guerra Mundial de Enrique Gómez Carrillo y la novela Senderos de gloria, de Humphrey Cobb. La portada de ambos: el mismo fotograma de la película de Kubrick basada en el libro de Cobb. "Hola, quería ese libro sobre la Primera Guerra Mundial con Kirk Douglas en la portada.
Las trincheras de la edición.
No recuerdo el título, pero el paraguas era rojo.
Como nos explica el exeditor, estas coincidencias suelen venir de "la limitación de recursos, tiempo y material tanto de editores como de diseñadores". El tiempo y la sobrecarga de trabajo es una causa muy importante: "Los diseñadores no tienen tiempo de ir a exposiciones, de leer revistas, de buscar a gente nueva... Con lo que al final acaban utilizando los mismos materiales". Por supuesto, también influyen los menores presupuestos: "Las portadas han de ser más baratas y eso supone recurrir siempre a los mismos bancos de imágenes, lo que aún limita más".
Los bancos de imágenes incluyen en su mayor parte fotos genéricas que pueden servir para
muchos usos: desde ilustrar un artículo hasta protagonizar la cubierta de un libro, pasando por aparecer en una web corporativa. Se trata de un recurso comparativamente barato y que bien utilizado puede funcionar, pero con el que siempre se corre el riesgo, como mínimo, de repetirse. Como en estos ejemplos
que recogía The New York Times.
El diario recuerda que existe la opción de pagar más por contar con derechos exclusivos o simplemente se puede preguntar si la foto ya se está utilizando, para evitar este tipo de problemas.
Pero incluso aunque no use exactamente la misma imagen, sí que es fácil acabar usando ideas muy parecidas, como puede ser la acacia sobre el anochecer como imagen arquetípica de África.
O los tópicos sobre el sudeste asiático: joyas exóticas, el Taj Mahal, mangos, mujeres descalzas, el Taj Mahal otra vez y creo que sobra espacio para añadir el Taj Mahal al fondo.
Más: si vamos a hablar de China y economía, ¿por qué no recurrir a unos palillos?
A veces se trata simplemente de la tipografía y no de la imagen, como en este ejemplo que nos trae el exeditor.
Es decir, "la falta de originalidad no se circunscribe únicamente al uso de imágenes repetidamente. Es más un problema global. De colores, de tipografías, de ideas generales de la cubierta", explica y añade: "Ahora se lleva mucho una cosa que detesto", en referencia a las portadas con tipografía imitando la escritura a mano, sobre todo en los libros de autoayuda:
Y también recuerda "los libros sobre Cataluña, que ahora son multitud y todos comparten unos mismos criterios estéticos".
Rubio explica que siempre ha habido portadas repetidas, "pero antes pasaba más con cuadros y ahora con imágenes más genéricas. Hay menos tiempo y ganas de dedicarse a estas cosas, y es más fácil tirar por lo más rápido".
También es más fácil modificar ligeramente estas imágenes y evitar que las portadas sean tan clavadas como en el caso de
Habitación de hotel y otros cuadros
. Por ejemplo, la portada de
North of beautiful, de Justina Chen Headley, usaba como base la misma foto que
Evemore, de Alyson Noël, cosa que a Headley le pareció estupenda,
según explicó en su blog. Más tarde, la misma foto volvió a aparecer en un libro de Selina Penaluna, como vieron en
That Artsy Reader Girl.
Le pongo unos adornitos, un par de filtros y nadie se dará cuenta.
"Hay falta de ideas y de innovación", resume el exeditor, que lamenta que esto pueda contribuir a que "se pierda calidad artística en el libro". A fin de cuentas, el libro se sigue valorando como objeto, pero esta percepción se puede perder con facilidad si quienes se dedican a fabricarlo no son capaces de dedicarle un poco de tiempo y cariño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tus opiniones nos interesan